martes, 2 de noviembre de 2010

Carta al amigo Federico:


Hoy, al mirar el crepúsculo con los limpios ojos del alma, encaramado en ese rincón que ahora tú conoces, tan cerca de nuestro Castillo, tan cerca del cielo; y mientras contemplaba fundirse los ocres y azules en una sinfonía perfecta de colores, oí unas voces que preguntaban por ti, amigo. Sabes, eran como unos susurros lejanos, como murmullos de aire fresco que por encanto llegaban a mis tímpanos. Eran "tus montañas coloradas de Cazalla", esas que acompañaron tus fantasías infantiles, quienes pronunciaban tu nombre, quienes inquirían tu presencia. Esa que convertiste en ausencia con los años, con la vida. Quienes querían saber de ti y yo, perdona la licencia, me atreví a decirles que volverías. Que en tus pequeños ojos aún ardía la llama infantil que los alumbró. Que tu corazón, joven, las recordaba como antaño y que en tu retina, brillaba todavía su fuego vespertino al acoger, gozosas, el ocaso. Que volverías para pintarlas otra vez en tu inmaculado lienzo acogedor, maquilladas, coquetas, seductoras, femeninas... Para plasmar sus latidos lentos, monótonos, de corazón acompasado de sentimiento humano. Intemporales, eternas....
Si, así les contesté en tu nombre y puedo asegurarte que, con mis limpios ojos del alma, pude ver que asentían y que en sus imaginarios labios se dibujaba una tenue sonrisa. Ahora, mas que nunca, debes saber que estás en deuda con ellas...

PD: Si alguien alguna vez te ha pedido así un cuadro me gustaría me lo comunicaras...

Luis Narbona Niza 2010

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