sábado, 1 de octubre de 2011

UNA HISTORIA VULGAR....


Aquella mañana me pareció que mi compañero tenía la cara triste. Sus ojos, su boca caída, su frente arrugada, el profundo pliegue de su mejilla, denotaban una tristeza profunda, existencial. Sus pupilas, perdidas en algún punto del horizonte, carecían de ese fulgor, de ese brillo vital que a veces envuelve a la alegría y que nos indica que estamos vivos. Parecían sus ojos pozos secos, resquebrajados, inundados de desierto. Movía su cabeza despacio, hacia un lado y hacia otro; pero yo estaba convencido que no buscaba nada. De vez en cuando nuestras miradas se cruzaban e intentaba escudriñar en su interior en busca de un minúsculo destello que no encontraba. Era como si su alma hubiera salido de su cuerpo, dejandolo solo, ahíto, huérfano de vida. Por otra parte no me parecía enfermo. Debía pesar mas o menos lo mismo, su cuerpo aparentaba la edad que tenía y sus movimientos conservaban la viveza habitual. Pero su cara...,  su cara y sus ojos eran la viva expresión de una tristeza infinita. Se habían convertido en una máscara carnavalesca y bufa. ¿ Que le habría ocurrido ?. ¿A que se debía aquella extraña transformación?. ¿Seria también consecuencia de la tan omnipresente crisis ? . La verdad, me encontré incomodo y confuso en presencia de aquella manifestación de desasosiego y tristeza. Es más, por un instante, me embargó una sensación de culpa y pesar, como si yo tuviera algo que ver con aquel estado de ánimo.  Hasta que un momento después, al volver la mirada, pensé: " Pero bueno, que motivo puede tener este chucho para estar tan triste."