Enfrente, el blanco lienzo inmaculado,
la paleta repleta de colores
y el pincel espantando los temores
del pintor, que lo mira ensimismado.
De la tarde, ese cielo arrebolado,
metáfora de sueños y de amores
y a lo lejos se oyen los rumores
de un piano que suena enamorado.
Un clavel en su tiesto posa ufano
ofreciendo a los ojos su belleza,
para que el trazo de la sabia mano
dibuje lentamente la nobleza
de la luz y la sombra, sueño vano,
que destierre del alma la tristeza…
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