lunes, 13 de diciembre de 2010

ATARDECER...


Colores imposibles se derraman en el cielo y el alma del ocaso se muestra tal como es, bella, infinita en sus matices. Atardece. Se pelean las nubes por acompañar al sol hasta su lecho, espuma esparcida por el cenit, tálamo nupcial de cada noche, jirones desprendidos de tan ardoroso encuentro. ¡Cuanta belleza! ¡Cuanto derroche! Una sola visión celestial bastaría para colmar toda una vida. Luego, recuerdos, solo el recuerdo...
En este divino atardecer de ensueño, tan breve, suspendido en brazos de un instante, símil de la felicidad de nuestras vidas, sueño contigo mi Dios y me pregunto: ¿Que habrá tras ese sol inmenso? ¿Que nos espera tras el ocaso?...
Este atardecer, metáfora de nuestras vidas, no es mas que un suspiro, como ellas, que, cuando el sol se oculta, nos devuelve a la materia de los sueños, a la divinidad que nos encarnó.
¡Que felicidad si tras la belleza de esta puesta de sol, nos esperara esa eterna felicidad que el alma anhela....!

SILENCIO...



Quisiera vivir envuelto
en un manto de silencios,
en un lejano país
cercano al mundo del sueño.
Quisiera que los sonidos
resonaran solo dentro
del interior de mi alma
- inútil y vano empeño -
y vivir, en el silencio,
en el eterno silencio
que resta en el camposanto
al enterrar a los muertos.
Vivir... vivir en los sueños
de los que quedan llorando
cuando se despide el duelo,
cuando al cerrarse la fosa,
atruena, sordo, el silencio...

ANTE EL ESPEJO...



Del espejo, devuelta la mirada,
fria, inexpresiva,
demandando a los ojos
un por qué.
Del rostro, enjuto,
un rictus de agonía,
desprendido de una faz,
que ya no es...
Ser... Ser.....
pupila fija en la pupila,
¿Quien eres tú,
que así me miras?
Mi alma te busca,
mas no te ve...