Señor clavado y muerto en un madero,
solo en tu viernes santo deseado,
de todo o casi todos olvidado
y sin sentir rencor ni desespero.
Nadie hay en todo el mundo entero
que valga que tú estés crucificado,
sin embargo por todos te has prestado
sin ver ricos, ni pobres, ni dinero.
¡ Ay Señor cuantos viernes como este
tu sufres por nosotros cada día.!
¡ Cuantas veces habrás visto con dolor
que este mundo cruel, malo y agreste,
no ve que hasta tu sangre perdía
en tu cruz y por nosotros su color.!